La caída de la casa Usher

La caída de la casa Usher es un homenaje genial al terror romántico del maestro Edgar Alan Poe, algo que solo alguien como Michael Flanagan puede lograr. Ya os hemos hablado antes de otras de sus grandes series: misa de medianoche, el club de la medianoche o la maldición de Bly Manor. Le hemos visto usar su magia oscura y crear esos juegos de luces y sombras, con personajes complejos a los que seguir, querer u odiar, que encadenan al espectador a su silla hasta que llega el final de la historia. Como era de esperar, ha vuelto a hacerlo.

Hace falta un genio para tomar la obra de otro y, por arte de esa magia oscura que solo los escritores pueden conseguir, robarla de su tiempo y dejarla caer en el nuestro sin que pierdan un ápice de su espíritu. Basta con ver la lista de capítulos para saber qué habrá terror romántico de por medio. La máscara de la muerte roja, Los crímenes de la calle morgue, El corazón delator o El pozo y el péndulo, todos títulos conocidos, viejas historias que ya nos tuvieron con el corazón en la garganta, colgando de las tapas de nuestro viejo tomo de terror romántico. Que mejor selección para estos días grises y lluviosos que enmarcan la noche de difuntos. 

La serie ha tomado todos estos elementos clásicos y los ha posado, a modo de maldición, sobre una familia decadentemente adinerada y pecaminosa. Los hermanos Usher, Roderick y Madeleine, que en su día superaron todas las dificultades posibles y llegaron a la cima de la industria farmacéutica vendiendo opioides. Cada dólar está manchado de lágrimas y muerte, la promesa de un mundo sin dolor convertida en riqueza sin par que compartir con tus hijos. Como no, la familia, que no haríamos por ellos, "tomad mi fortuna hijos míos" dijo Roderick Usher a los vástagos que había ido sembrando por el mundo, los encontró y los vistió de seda, que ellos cubrieron de perversiones, avaricia, apetitos y complejos, a cada cual más extravagante.

Y mientras tanto el cuervo mira, testigo mudo de la historia, como a cada cual su propia oscuridad consume. Pues si tu negocio es la muerte, si dolor siembras y con mentiras lo riegas, recogerás un sufrimiento dedicado especialmente a ese hueco negro que hay donde estaba tu alma. Al final, acompañados del cuervo, todos miraremos allí donde nunca quisimos ver.

Así que venid, servíos una copa de amontillado del bar y sentaos cerca del fuego. Disfrutemos juntos de las viejas historias antes de que el maelstrom nos arrastre y el cuervo, sobre el busto de palas, juzgue nuestros cadáveres empapados. Brindemos por las muertes bien merecidas y lloremos las inevitables que se llevan a los pocos inocentes de este mundo cruel. Apurad vuestros vasos conmigo, mientras las negras alas juzgan nuestros pecados y rezan en vano para que no se repitan, nunca más.

Nunca más.

Nunca más.

Nunca más.