Rosa fucsia

 Maquillaje en el alma, te sabes fea. Puede que siempre lo fueras, puede que algún cambio vital en tu vida te haya convertido en el monstruo que eres, ¿a quién le importa?

Enfundas tus mentiras en tu minifalda rosa fucsia, camuflas tu hedor a podredumbre con unas gotitas de Chanel Nº 5, ensayas tus poses de niña frágil delante del espejo y estás lista para arrasar por el mundo. Tan sólo necesitas una buena coartada para justificar las mierdas que te rodean, reales e imaginarias, y una buena víctima con la que alimentar tu ego cuál súcubo emocional.

La vida te sonríe y te encuentran al candidato perfecto, un pobre idiota desesperado por creer, será fácil.

He wants to believe.

Hace mucho que mientes. Te mientes a ti misma, a tus amigos, a tu familia, todo tu mundo es una gran mentira. Hace tanto tiempo que te cuentas el mismo cuento por las noches en la soledad de tu cama que has llegado a creer que es verdad, nadie te convencerá de lo contrario. Has tomado todas las precauciones necesarias para que nadie reviente tu puta burbuja de mierda. ¿Cómo? Muy sencillo. Te has buscado una persona que te retroalimente, alguien igual de corrupta que tú, podrida hasta la médula, que tenga tus mismas taras, que no sepa la diferencia entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira y la has llamado tu amiga del alma.

Casi siento lástima por ti, casi. En realidad, me alegro. Siempre me ha parecido que tiene algo de ecológico y sostenible que los hijos de puta se junten entre ellos, es algo bello, como si algún dios exhausto intentara echar un cable a este mundo marchito donde los cabrones vuelan.

Sólo eres una aprovechada, una egoísta y una caprichosa. Una cría estúpida, inestable y tóxica que juega con las emociones de la gente porque eso le pone, le excita, le hace sentir como una pequeña diosa babilónica de metro sesenta.

Nunca te fíes de la gente pequeña.

Lo camufla todo en una cobertura dulce y adorable de superficialidad, empleando palabras rimbombantes y grandilocuentes carentes de ese contenido que tan a gritos promete, vendiendo humo al oído inocente que se lo quiera comprar.






Ilustración de Henn Kim

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