Apartamento 16 - Adam Nevill (2010)

Quiero comenzar este post con una confesión personal. No conozco escritores y, por ello, me cuesta horrores encontrar cosas nuevas para leer. Es por esta razón que el maravilloso festival Celsius 232 se convierte para mí en una oportunidad para conocer escritores tanto de éxito como un poco más desconocidos y hacer acopio de futuras lecturas, sobre todo si son de género de terror o ciencia ficción, de los cuales es más difícil encontrar publicidad en los medios.

Fue durante la charla improvisada de "Ingredientes secretos para que una novela dé miedo", donde tuve la oportunidad de conocer a Adam L. G. Nevill que, junto a Charlaine Harris y Chuck Wending, explicaban su punto de vista a la hora de generar terror en sus textos. Mientras que Harris comentaba la importancia de mantener la tensión y Wending hablaba de plasmar sus propios miedos y ansiedades en sus protagonistas, Nevill me resultó alguien más metódico y pragmático. Su respuesta a la pregunta que de cómo se podía manejar el ritmo a través del texto, había sido que él mismo se hacía muchas veces de editor y que tenía la costumbre de reescribir sus novelas una media de 7 veces, siendo su récord haber reescrito su novela Apartamento 16 unas 14 veces.

Esta revelación me sorprendió bastante y me transmitía una imagen mental de un relojero artesano montando una obra capaz de generar escalofríos de forma calculada y precisa y yo quería ser testigo de ella, por lo que decidí adquirir la novela del británico.

Apartamento 16, como si un 13, Rue del Percebe siniestro se tratara, cuenta la historia de Barrington House, un antiguo bloque de pisos de lujo, y sus inquilinos antiguos y actuales a través de los ojos de sus dos protagonistas. El edificio se encuentra en la parte más céntrica de Londres y sólo los más pudientes pueden siquiera pensar en poseer uno de los apartamentos y cuentan con servicio de portero las 24 horas del día. Cuentan que, la mayoría de las veces, sus ya ancianos inquilinos, ni siquiera necesitan salir del edificio para conseguir todas las comodidades. Todo esto sería perfecto si no fuera por ése apartamento, el número 16. Un apartamento que lleva décadas vacío, pero del que Seth, el portero del turno de noche y la más reciente incorporación a la plantilla, asegura haber escuchado fuertes ruidos que hacen que se le ponga la piel de gallina y generándole atracción y repulsión al mismo tiempo.

Como habréis adivinado, esta novela trata el siempre curiosísimo tema de las casas encantadas, pero, a diferencia de otras obras como puede ser la excelente "Maldición de Hill House" de Shirley Jackson, no es una enorme mansión con infinidad de estancias y pasillos; sino que hablamos de un apartamento cerrado que forma parte de un edificio. A pesar de estar cerrado, como si de un tumor se tratase, su terrible influencia es capaz de acechar al resto de alojamientos y a su alojados de formas que no revelaré para no hacer spoilers.

Todo esto se nos muestra a través de los ojos de sus dos protagonistas que forman una dualidad mediante la cual el autor obliga al lector a experimentar la historia desde ambas caras de la moneda. Por un lado tenemos a la joven estadounidense Apryl, que ha heredado uno de los apartamentos del edificio al morir su casi desconocida tía abuela. A través de ella y de su pasión por el clasicismo, se nos muestra la época dorada del edificio, la historia de unos inquilinos con un alto poder adquisitivo, entre ellos su tía abuela Lillian. Apryl derrocha vitalidad, elegancia y pasión y, junto a ella, iremos descubriendo las extrañas circunstancias de la muerte de su tía abuela.

Al otro protagonista ya lo he mencionado: Seth, el portero del turno de noche y artista fracasado en el poco tiempo libre que le deja su trabajo mal pagado. Vive en un piso de mala muerte encima de un pub de mala muerte frustrado con una falta de inspiración que pronto se verá solventada de una forma que igual no era la que él hubiera querido. A través de él y su deformada percepción vemos la cara oscura del opulento edificio y de la ciudad donde se encuentra. Los elegantes inquilinos que conocemos por parte de Apryl son ancianos egoístas, crueles y decrépitos a ojos de Seth, que tiene que atender sus excéntricos caprichos durante su turno. La glamurosa ciudad vista por la estadounidense es un asfixiante pozo lleno de criaturas repugnantes según la percepción del portero.

El lector queda atrapado entre estas dos visiones, observando cómo se van desarrollando los hechos, haciendo de testigo mudo según crece la tensión y se acerca el clímax. 

Otro tema que ataca el libro, sin querer dar demasiados spoilers, es la influencia del arte en su expresión más exagerada. ¿Hasta qué punto puede llegar una imagen transmitiendo un sentimiento a cambiar la vida de sus espectadores y cambiar su forma de ver el mundo? Adam Nevill juega con esta idea y la lleva al extremo. Inspirándose quizás en obras de la fase oscura de Goya o los cuadros macabros de Francis Bacon, el autor habla de imágenes perturbadoras y macabras, capaces de quitar el aliento o revolver el estómago cuanto menos. Me gustaría elogiar su capacidad descriptiva pues, a pesar de la dificultad de tener que utilizar imágenes dentro de la trama, ha sido capaz de formarme una imagen mental bastante definida de lo que quiere transmitir, sabiendo dejar huecos para que el lector los rellene con sus propias imágenes más repugnantes y escalofriantes.

Francis Bacon - Estudio del Retrato del Papa Inocencio X de Velázquez (1953)

Hablando de repugnancia, la percepción trastocada de Seth hacia el mundo es sumamente interesante, pues, aparentemente puede ver la "verdad". Los ancianos del edificio se transforman en versiones deformadas y obscenas, la gente de la calle en monstruos crueles, con características más de animales salvajes que de persona, evocándome situaciones y lugares a lo más puro Silent Hill.

Esto inspira también un mensaje sobre el clasismo, la acumulación del dinero y lo inútil que puede ser cuando ataca la vejez, la demencia, la enfermedad, etc. Los ancianos inquilinos del edificio son un ejemplo claro de este mensaje pues, a pesar de todos sus bienes, tienen una vida ruin atada a su propia casa, asfixiados con los pecados de su pasado. Su lujoso piso se convierte en un patíbulo en el que el testarudo tiempo los obliga a caminar a su inevitable final.

El Celsius 232 y este libro me han descubierto a un autor que ha conseguido apasionarme y hacerme sentir unos escalofríos que pensaba que ya no volvería a sentir. Y no por su historia, que también, sino más bien por la forma de escribir, presentar los personajes y describir las escenas, siendo capaz de transportarte a la piel de sus maltratados protagonistas y sentir en casi primera persona los horrores a los que se enfrentan, todo funcionando como un fino reloj artesanal. Actualmente me encuentro leyendo otra novela suya, "El fin de los días", y me está gustando muchísimo también. Si tenéis curiosidad, Adam Nevill tiene dos adaptaciones en película: "El ritual" (2017) y "Nadie sale con vida" (2021) ambas disponibles en Netflix.

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