Baldur's Gate III

No sé explicar con palabras la gran cantidad de emociones que me atravesaron durante la ingente cantidad de horas que he dedicado a este juego. Los que me conocéis sabéis que yo sólo hago publicaciones de aquellas cosas que me han gustado y, por supuesto, el Baldur's Gate III no podía ser una excepción.

Aunque había jugado a juegos de rol tanto en mesa como en consola, he de admitir que nunca antes había jugado a uno con esta dinámica tan de rol puro en la X-Box. Al principio me resultó un tanto ortopédico y confuso, me pareció que el sistema entorpecía y ralentizaba la dinámica o, más bien, la historia del juego, que siempre es lo que más me interesa. Pero, poco a poco, tirada tras tirada, fui entrando en ese mundo regido por las crueles leyes de la probabilidad y el azar.

La ambientación, el mundo, las razas y las relaciones entre ellas, hasta los personajes... Todo me evocó a una época no tan lejana y que todavía no he abandonado, en la que me refugiaba tras gruesos libros de épicas portadas en busca de aventuras que correr. 

Así que allí estaba yo, una joven semielfa que había hecho del noble arte de matar a cambio de dinero su profesión, aliándome con tieflings, elfos, githyankis, humanos, semielfos y drows, sólo para así, intentar salvar mi vida, a la que le  había cogido cierto cariño con el paso de los años. O eso creía yo, porque poco a poco fui cayendo en la trampa, poco a poco me fueron interesando sus vidas y no pasó mucho tiempo hasta llegar el día en el que me encontré dispuesta a dejarme chupar la sangre sólo por sentir a Astarion cerca de mi y oír su embriagadora, seductora, cautivadora, arrebatadora, fascinante voz...

¡Astarion, mi pequeño bastardo! Su esencia se desliza por mi piel como el terciopelo negro. No pude evitarlo y me rendí al sentimiento: cruzaría el Averno por un Darling o un Thank you más, sólo uno más... Pero, oh, es mucho más lo que él me da.

Los kilómetros se van acumulando en nuestras botas y, pese a él mismo, Astarion se va rindiendo a mi tanto como yo a él. Mi forma de ver el mundo y mi trato con las personas le desconcierta, le irrita y... le gusta. Y así, de esta manera tan tonta, lo que empezó como un coqueteo to' horny, to' cachondo, un "oh, mama" de manual, pasó a ser un sentimiento más profundo, dulce y mucho más cálido de lo que a priori se podría esperar de un vampiro de 200 años de edad.

No sé si lo habéis notado, pero me mola un huevo Astarion. En mi humilde opinión, y sin ánimo de desmerecer a ninguno de los otros protagonistas (excepto a Wyll el idiota, al que desde aquí le deseo lo peor en cualquier círculo del Averno), este pequeño engendro vampírico es el personaje más complejo de todo el juego. La cantidad de capas que le componen es asombrosa, a cada cual más profunda, trágica y oscura. 

Para mí, la verdadera magia de los videojuegos reside en la profundidad de sus personajes y la fuerza de sus historias. No me importa tanto la última tecnología gráfica o la jugabilidad perfecta; lo que realmente me engancha es la capacidad de un juego para crear personajes que se sienten vivos, complejos y con los que puedo conectar a un nivel emocional profundo. Desde Zevran hasta Astarion, pasando por Garrus, Geralt o Johnny, me he perdido en mundos virtuales gracias a la riqueza de sus habitantes, sintiendo sus alegrías y penas como si fueran mías. Busco esas experiencias que me hacen sudar, que aceleran mi corazón y que me hacen saltar del asiento, porque ahí es donde encuentro la verdadera esencia del juego: en la capacidad de hacerme sentir parte de una historia que me atrapa por completo.




Por Amanda Antonio Vigi


Bueno... por donde empezar...Ya sé. 

Hace unos meses, por razones que ahora mismo no vienen a cuento, me encontré con tiempo de más y una colección de amigos hablando constantemente del Baldur's Gate III, así que decidí liarme con ello y, voilá, aquí estamos ahora. Lo primero que diré es que no me arrepiento de nada, han sido horas y horas y horas de juego, dos aventuras completadas de principio a fin, otra terminada a media partida en, un final que me pareció apropiado para ese personaje y, ahora mismo, una cuarta aventura en proceso.


La verdad es que el juego no fue, para nada, como me lo esperaba. Cuando me dijeron "es como D&D pero en PC... pues pensé inmediatamente en dragones y bosques, templos perdidos en las montañas o en las profundidades y en enfrentarme a un paladín de un dios malvado e impedirle dominar el mundo. Los que ya hayan jugado sabrán que estaba equivocado, pero no, pero principalmente si. La cosa es que el juego empieza con... una abducción alienígena, o algo así, y desde ahí cuesta abajo sin frenos. En Baldur's Gate nada es exactamente lo que parece, ni los buenos son buenos del todo ni los malos están completamente perdidos. Al avanzar en la historia empecé a descubrir secretos detrás de cada aliado y enemigo. Claro que jugando mi primera aventura como Redhen, paladín de pacto de venganza, esos mil tonos de gris me llevaron a tropezarme con la trama y, llegado el momento, a tomar la decisión más lógica para mi personaje, acabando la aventura prematuramente. A veces la justicia no es el camino a la victoria.

Llegada la hora de hacerme un segundo personaje, me decidí por la originalidad más absoluta. Cambié... el color de la piel y la forma de los cuernos, el género, y el juramento de mi paladín. Así nació Chiara, abrazando el juramento de los antiguos, y decidida a seguir el camino del bien y el orden natural para salvar Faerûn de lo que sea que le ocurriese.

Ya con algo de experiencia, conseguí evitar todas esas decisiones que me llevaron a terminar mi primera partida antes de tiempo y... pude vivir con mis decisiones. Esa es una de las primeras peculiaridades que encontré en este juego y que me encantaron, las decisiones, todas, tienen un peso en el desarrollo de la historia. Cosas tan simples como la raza y clase del personaje influyen en como reacciona el mundo que te rodea y desencadenan pequeñas conversaciones específicas que hacen distinta a cada partida. Claro que esto no se queda solo en estas pequeñas decisiones iniciales, el juego lleva a cada uno de los personajes por un camino personal de redención o condenación con varios finales posibles. Al final de la partida se recoge lo sembrado y... para poder ver que pasaría tomando el otro camino, hay que jugar todo el juego otra vez.

En mi tercer juego escogí a una elfa bardo, básicamente para tener libertad a la hora de actuar. El paladín es tremendamente divertido, pega mazazos cargados de juicio capaces de tumbar a casi cualquiera, pero... el juramento de paladín te impide hacer cualquier cosa "mala" o se rompe. Así que, como no, necesitaba libertad. 

En esta tercera iteración del camino hasta Puerta de Baldurs es cuando empecé a darle vueltas muy seriamente a que estaba haciendo... la verdad es que, en resumen, jugué tomando básicamente las mismas decisiones, siguiendo el mismo camino, solo que haciendo algunas gamberrada más. Y con todo lo que tiene el juego, la verdad es que tras un par de victorias contra el mal, el cuerpo pide más. Un paseo por el infierno, solucionando cosillas o un rato más en el underdark. Quienes, como yo, ya estéis curtidos en los variados finales de las diversas tramas de los compañeros de este juego, entenderéis a lo que me refiero. ¡Sin desmerecer lo presente, pero el cuerpo me pude mas! Cuanto me gustaría darle algo mas de recorrido a las tramas de Karlach, Astarion, incluso al cansino de Wyll.

Y para terminar... o no, pero de momento, el cuarto personaje. Mithal, el brujo. es verde, es canijo, y donde los otros compañeros pueden bajar un peldaño de un salto, el se sienta en el suelo. Pero hay algo que me llama desde el fondo de sus negros ojos, ser malo. Y no negaré que me cuesta a horrores. He intentado tomar el camino oscuro, aliarme con los malos, quemar pueblos con niños inocentes en vez de las chozas de los goblins, y nada. No me deja el cuerpo, veo la reacción de los compañeros, los he cogido cariño después de tantas horas y no quiero que me dejen. Eso mantiene mi brújula moral dentro de márgenes aceptables.

Así pues, visto que no parece que vaya a ver la parte caotica de la aventura, hay poco más que contar. Una cosilla si que pediría, por favor, si no es demasiado, se podrían incluir a algunos personajes más en el campamento. Dudo mucho que a nadie le pesase acompañar a Alfira, la mejor de los bardos, en su viaje hasta Puerta de Baldur. Y no dudo que haya más compañeros potenciales por los que darlo todo... pero yo con ella como compañía sería más que feliz. 

Ya definitivamente sin más que contar, me despido deseándoos la mejor de las aventuras y suerte en los dados.


Por Miguel Herrera Durán






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