El ciclo


Despierto a solas en la cama, aún es de noche y la habitación está iluminada únicamente por la débil luz que se filtra a través de las cortinas abiertas. La luna se ríe de mí a través de la ventana, su silueta creciente formando una sonrisa torcida que me observa recuperar la consciencia lentamente y mirar desorientado a mi alrededor. Sobre la mesa, iluminado por la débil luz nocturna, descubro la silueta de un vaso y una nota, y busco a tientas el interruptor que debería estar al alcance de mi mano, si todo es como creo recordarlo. Ahora que puedo ver, apropiadamente, me levanto y leo la nota, escrita en una letra que resulta extrañamente familiar: "Recuerda. Tómate la medicación al despertar". Las píldoras esperan bajo la nota, dos pequeños óvalos alargados blancos y azules y un cuadrado rosa. Bajan por mi garganta con el agua del vaso. 

Empiezo a deambular por mi casa, buscándolos, mientras espero a que las pastillas hagan su efecto. Es obvio para mí que hay alguien más en casa, ya que no recuerdo haber puesto yo las pastillas ahí, y no reconozco mi letra en la nota. ¿Serán ellos? ¿Siguen aquí conmigo? El pasillo está vacío y frío cuando salgo de la habitación, las tablas del suelo crujen bajo la alfombra anunciando mis pasos a quien quiera que dejase la nota. Mis pies me llevan a través de la casa, de habitación vacía en habitación vacía, mientras la luna sigue mirándome a través de la ventana con su extraña sonrisa. Algo me dice que están ahí mismo, igual en la habitación de al lado, escondidos, esquivándome 

¿Por qué me evitan? ¿Qué pude haber hecho? Y si fue así, ¿Por qué me han dado las pastillas? 

Asumo que  necesito la medicación, que es por mi bien, pero que hice algo terrible que hizo que mi familia o amigos no soporten verme. Eso debe ser... no hay duda... tiene sentido... tiene que ser eso. Y sigo buscando, decidido a encontrarlos, sacarlos de su escondrijo y pedir perdón por cualesquiera que sean mis pecados olvidados. 

Los pasillos y las salas se suceden, uno tras otro, mientras exploro lo que descubro, o redescubro, como una enorme mansión. La luna está cada vez más abajo en el horizonte, y el sol empieza a brillar, dejando la luz entrar a través de las muchas ventanas mal cubiertas por viejas cortinas. La propiedad está, descubro o recuerdo, abandonada y deshabitada excepto por mí. Igual que el sol entra en las muchas habitaciones, la realidad se filtra en mis pensamientos empujada por la medicación. Esa realidad cruel, que todos huyeron de mi lado, que ese demonio despiadado que habita mi mente los espantó irremediablemente, es aterradora por sí misma. Busco un lugar donde sentarme, el viejo butacón servirá, e intentar dar sentido a las dos visiones contradictorias del mundo a mi alrededor. Casi como esas viñetas, un ángel en un hombro y un demonio en el otro, solo que en mí hay dos pesadillas. 

¿Vivo siendo esquivado por todos mis seres queridos, que no recuerdo pero que sé que existen? ¿O acaso la otra versión es la cierta y no tengo a nadie? Las pastillas, ellas son la respuesta, si sólo supiese qué son … eventualmente lo sabré, o creeré saberlo. Entonces, estoy tan seguro como puedo estarlo, pondré otras tres pastillas debajo de la nota y llenaré el vaso con agua antes de dormir de nuevo. Y mañana me despertaré al mismo desconcierto, viviré el mismo día, condenado a no saber cuál de las dos pesadillas es la real y cuál la fantasía, condenado a dudar de todo y todos, y... al final, decidir repetir el tormento de nuevo. La única diferencia será la luna que me ilumine al despertar, ligeramente cambiada, pero que también acabará repitiendo su rostro mientras se ríe de mi.

Comentarios

Publicar un comentario

Introduce alguna sugerencia:

Entradas populares