Amarillo

 

Hace 19 años que la conoces. Eso sin contar con un pequeño receso que crees o quieres creer que ambas necesitabais. Aprendiste mucho durante ese tiempo, pero esa no es la historia. Hoy es su día, el día de este torbellino rubio, de esta cascada de emociones de ojos color miel que llegó a tu vida, sospechas que como a la de muchos otros, para ponerla patas arriba.

Siempre pensaste que la similitud de caracteres era imprescindible para forjar una amistad sólida, estable y duradera. Con ella empezaste a darte cuenta de lo equivocada que estabas. Llegó a tu vida en un momento nihilista y poco esperanzador, un momento de esos en los que creías haberte acostumbrado y aceptado la monotonía y la soledad de la vida humana. 

Pero no estamos aquí para hablar de ti, ¿verdad? Estamos aquí para hablar de ella, claro que sin un ella es probable que no hubiera un tú al que referirse, al menos no un tú tal y como eres ahora. A veces te paras a pensar en ese pequeño detalle que lo cambió todo, ese pequeño detalle que os ha llevado hasta aquí, pero no es algo a lo que te guste darle muchas vueltas. Cuando lo haces te invade un tremendo agradecimiento porque alguien como ella decidiera que tú eras digna de su tiempo y de su amistad, y por otro lado una opresión en el pecho al pensar cómo serías tú y tu vida si no hubiera aparecido ella.

Todavía no entiendes por qué no le importó para nada tu extraña forma de ser y de pensar, por qué no huyó de ti en cuanto empezó a vislumbrar cómo eras. La miras extrañada. A estas alturas ya debería de estar retrocediendo a velocidad de crucero. ¿Por qué sigue ahí? Entonces empezaste a mirarla tú. 

Ella no sé acuerda de ti, se lo notas en los ojos, nadas en la ligereza de esa miel de flores silvestres y lo ves: te está mirando con la frescura del descubrimiento. Pero tú, tú si te acuerdas de ella... Había sido hace muchos años y fueron sólo momentos puntuales que, por algún motivo, te habían quedado grabados en la memoria. 

Tendrías, ¿ocho o nueve años? Sí... De repente y sin previo aviso todo tu mundo, por mediocre que fuera, había decidido al unísono darte la espalda de una manera brutalmente literal. Y allí estabas, de pie en medio de un pasillo que te parecía infinito sin saber qué hacer, qué habías hecho para llegar a eso o qué decir para arreglar lo que fuera que había pasado. Lo que todavía no sabías es que realmente no había pasado nada, o al menos nada que pudieras arreglar. Era una decisión que se había tomado de manera unilateral por un poder superior al tuyo. Un montón de ojos te miraban y se reían de ti. Bueno, todos no. De repente otra niña te agarró, te diste la vuelta y te diste de frente con esos ojos, pura inocencia y alegría, envuelto es una melenita rubia y lisa. Te cogió la mano y las riendas de la situación y tú simplemente te dejaste llevar. Consiguió de alguna manera que aún a día de hoy no consigues entender, que dejaras de pensar, de oír y de ver a la gente de alrededor. Sólo existían esos dos asientos de autobús. No recuerdas de lo que hablasteis, pero si el hecho, el acto, esa generosidad, esa preocupación o consideración que tuvo una desconocida hacia otra desconocida por el simple hecho de estar viendo una situación que no le gustó.

No la volviste a ver ni a hablar con ella hasta pasados unos cuatro años. No sería nada tan glorioso ni épico como la vez anterior y también se le borraría de la memoria.

Y entonces volvió a pasar, el día que te volvió a conocer, pero esta vez no como una mera nota a pie de  página, sino como algo más duradero. Con ella y gracias a ella aprendiste a ir haciendo poco a poco una versión mejorada de ti misma, te enseñó a tener algo de fe en la raza humana, que merecía la pena reírse aunque luego fueras a llorar, te enseñó que una carcajada que no sueltas es una carcajada perdida que no va a volver, te enseñó que te podías tomar la vida menos en serio y seguir siendo tú misma, te enseñó que podías tener más de dos amigos sin que eso significara el fin de la civilización tal y como la conocemos, pero sobre todo te enseñó que las personas que te quieren están a tu lado porque realmente es lo que quieren hacer, no por cumplir con un papel, un estatus social o alguna moda pasajera. Te enseñó que aunque te hayan hecho daño y creas que nada merece la pena en la vida, empezando por ti misma, hay gente que puede no estas de acuerdo contigo y no sólo eso, sino que sea lo suficiente cabezona, perseverante, y absurdamente optimista y alegre como para gastar su tiempo y energía desbordante en demostrártelo día a día.

Habéis pasado por buenos y malos momentos juntas, habéis reído, llorado, gritado, aprendido a comprender a la otra y apoyaros pese a vuestras diferencias. La quieres más de lo que estarías dispuesta a admitir en publico y sin embargo aquí estás, escribiendo estas líneas en tercera persona para crear una falsa sensación de seguridad desde la que no sentirte juzgada, como si querer a otra persona como si fuera tu otra hermana pequeña fuera algo de lo que avergonzarse. Y lo es, para ti lo es, pero eso no iba a impedirte escribir estas líneas en un día como el de hoy, un día tan feliz, tan lleno de alegría y esperanza por las cosas que vienen y las cosas que vendrán.

Y ahora sí...

Bea, eres una mujer increíble, con una personalidad como no hay otra. A lo largo de estos años me has demostrado que hay distintas maneras de ser fuerte y la tuya es envidiable. Sí canija, eres tremendamente fuerte y lo combinas de una tan manera natural con tu dulzura y tu locura innatas que no creo ni que te des cuenta de ello. No cambies nunca.

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