Partida Nocturna I: La historia de Alex D. Hall


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En mayor o menor medida, los videojuegos siempre han estado presentes en mi vida. Desde bien pequeño. Aquello, me permitía vivir aventuras y descubrir mundos que, en un primer momento, solo existían en mi cabeza. Adentrarme en tumbas de Perú de la mano de la Lara Croft, descubrir la leyenda de los templarios junto con Goerge Stobbart, o incluso combatir en la IIGM al lado de un pequeño grupo de Comandos. Todo, al alcance de mi mando.

La ventana a otros mundos, a otras vidas, se abría cada vez que se encendía la pantalla de mi viejo Intel Celeron. Y quien iba a saber, que años mas tarde, y sin perder ni un ápice de interés en el medio, estaría escribiendo estas líneas para que un grupo de locos me acompañaran a jugar, la partida más terrorífica de todas.

Conectad los mandos, soplad los cartuchos, y acompañadme en esta Partida Nocturna.


Seguro que si sois amantes de los videojuegos, ya habréis conocido esta melodía; y es que la saga Zelda es una de las mas influyentes de la historia. De hecho, siendo honestos, hoy seré poco objetivo con el tema escogido, ya que para mi, la saga Zelda es una de las mas queridas y tiene gran parte de la culpa del amor que siento por los videojuegos.

De todos los títulos de la saga, destaca, quizá, el Ocarina of Time, una de las entregas más queridas, y sin duda un punto de inflexión en la concepción de futuros juegos de The Legend of Zelda. Tal fue el éxito, que su posterior entrega, Majora's Mask, lanzada al mercado apenas un par de años mas tarde, siguió los pasos de su predecesor en mecánicas y modo de juego. Se trataba de una secuela directa del Ocarina of Time, en la complicada línea temporal de la saga. Sin embargo, desde su concepción, Majora's Mask estuvo envuelto en un halo de misterio y oscurantismo poco apropiado para una compañía como Nintendo, destacada por hacer videojuegos aptos para toda la familia, y nada sospechosa de incluir en sus productos violencia, sexualidad o terror.

The Legend of Zelda: Majora's Mask fue un juego cargado de solemnidad. Poco importaba que el protagonista fuese un joven Link (así se llama el personaje, para los mas profanos de la saga), ya que los temas en torno a los que giraba el juego eran como poco, adultos: el fin del mundo, y la muerte.

Pero no, hoy no os hablaré de las carencias o bondades del videojuego. Hoy hablaremos de la oscura historia que relaciona a un joven norteamericano con Majora's Mask. Hoy os contaré la historia de Alex D. Hall.


Alex se encontraba en su segundo año de universidad y como casi todos los estudiantes, apenas podía costearse sus hobbies. Además de estudiar, Alex necesitaba encontrar algún entretenimiento que le hiciera evadirse de su esfuerzo diario. Como todos lo necesitamos. Un amigo le regaló una vieja Nintendo 64, que por aquel entonces hacía años que esa consola había pasado de moda- Lo que hoy consideraríamos retro, por esa época se consideraba viejo, sin apenas valor. Sin embargo para Alex fue suficiente. Encendió su consola, introdujo el cartucho que la acompañaba, y se dispuso a jugar Super Smash Bros. Un clásico atemporal.

No tardaría en aburrirse de este videojuego, a lo que se dispuso a encontrar nuevos cartuchos que alimentaran su consola. Visitando su barrio, alrededor del campus universitario, localizó varias tiendas y rastrillos de segunda mano en los que escudriñar viejos y usados cartuchos, que en su día fueron el regalo más querido de algún niño. Hizo acopio de varios títulos, y fue entonces cuando, al dirigirse de vuelta a su casa, observó un garaje que llamó su atención. Podía verse el interior, ya que tenía la puerta levantada. 

Quizá fue la curiosidad, o quizá algo mas indefinible, quien sabe, pero Alex se sintió obligado a mirar, topándose con un anciano que se dedicaba a ordenar trastos y viejos juguetes sobre una mesa. Pese a parecer una persona corriente, algo puso en alerta a Alex. Algo que no supo describir. El anciano se dio cuenta de que el joven se le había quedado mirando fijamente, durante un largo periodo de tiempo, a lo que aprovechó para hacerle señas indicando que se acercara a su improvisado puesto ambulante, donde descansaban polvorientos objetos esperando una vida mejor.

"Solo busco videojuegos", fue lo único que le salió a Alex. El anciano, tras esbozar una leve sonrisa, se puso a hurgar en una caja de cartón situadas al fondo de la sala. Alex había detenido su mirada en los cuadros que adornaban las paredes, y se quedó pensativo observando una especie de máscara de colores en forma de corazón, rodeada por extrañas formas puntiagudas. Le sonaba, lo había visto antes. 


Mientras Alex seguía tratando de recordar por qué le resultaba familiar esa curiosa forma, el anciano apareció con una bolsa llena de objetos, que nada mas abrirla se descubrió que eran cartuchos de videoconsola tan usados que a muchos les faltaba la pegatina o la etiqueta, y la mayoría descansaba en la bolsa sin su caja correspondiente. Como si de un gran descubrimiento se tratara,

Alex rebuscó pretendiendo encontrar lo que sería su nuevo pasatiempos, hasta un cartucho llamó su atención. Gris, vacío, con solo una etiqueta escrita a mano: Majora. Sin saberlo ya había escogido.

El viejo anciano le ofreció a Alex el juego sin pedirle nada a cambio. Al fin y al cabo, ¿para qué iba a querer un viejo hombre un viejo videojuego al que no sabía ni jugar? ¿Un nuevo juego gratis? -Pensó Alex, ¡pues claro! 

Antes de que se fuera, el anciano le explicó que el juego había pertenecido a un chaval que vivió en el barrio hace años. Tras llegar a casa, Alex conectó rápidamente su consola, sopló el cartucho antes de introducirlo en la ranura, y la encendió, comprendiendo un par de cosas:

1.- La primera imagen que apareció caló tanto que incluso llegó a sobresaltarse. Aquella máscara extraña de corazón que vio en el garaje del anciano era la misma que aparecía en el menú de aquel videojuego. Se trataba de la carátula del videojuego The Legend of Zelda: Majora's Mask.

2.- La segunda hizo que un incomodo y extraño frio le recorriera el cuerpo. Aquel videojuego tenía una partida guardada, con el nombre de "BEN". Supo entonces que ese era el nombre del chaval al que había pertenecido ese videojuego.


Poco tiempo después, Alex decidió explorar su partida, dándose cuenta que BEN había abandonado el juego poco antes de terminar el juego. En Majora's Mask, el jugador tiene 3 días reales para salvar el mundo de Termina, ya que la luna, que se va acercando poco a poco a la tierra, amenaza con destruir al planeta en su impacto. Y solamente recuperando cuatro mascaras, Link podrá enfrentarse al enemigo final, Skull Kid, una especie de hombrecillo que porta la máscara de Majora, aquella misma máscara que Alex había visto en el garaje donde el anciano le regaló el videojuego.

Debido al gran avance la partida, Alex decidió comenzar una nueva, desde el inicio, desde el primer día. Y fue a partir de ese momento cuando comenzaron a suceder cosas realmente extrañas.

El joven empezó a progresar en el videojuego, avanzando en la partida, hasta que al acercarse al tercer día, decidió activar el conocido truco del "cuarto día". 

Un glitch bastante conocido en la comunidad de videojuegos, que sirve para interrumpir el cronometro, otorgando al jugador un tiempo adicional para finalizar todas las tareas aún pendientes dentro del videojuego. Obviamente, ese estado no está contemplado por los programadores del juego, y cuando Alex provocó este truco, el cartucho entró en un modo inesperado. Su personaje apareció en medio de la guarida del enemigo final, con el mismísimo Skull Kid en medio de la estancia. 

Por mas que intentaba salir, no podía hacer nada, y el extraño personaje del medio de la sala, no dejaba de seguirle con la mirada. De repente, una ventana apareció en el centro de la pantalla: ¿Quieres visitar la guarida del jefe del templo? Y solamente dos opciones: si o no. Pese a que en un primer momento Alex se negó, el juego no respondía a su decisión, con lo que, al final, decidió acceder. Ahí, fue cuando realmente comenzó el glitch del cuarto día.


Al cabo de unos segundos y un fundido a negro, el personaje que controlaba Alex, apareció en la ciudad inicial del juego, pero había algo extraño... Era una versión tenebrosa de la misma. No había población, los colores estaban más apagados, y el cielo descansaba plomizo. Además, una extraña melodía sonaba de fondo, generando en el jugador una sensación de desasosiego...

La canción que sonaba durante la partida cuando el personaje se curaba, estaba sonando, pero esta vez, se reproducía a la inversa. Quizá, de esta forma, la curación también se invirtiera y robara la salud de aquel que la escuchara. Tal vez...


Alex siguió explorando el mundo, en el que muchas cosas habían cambiado. Era como ver las entrañas del videojuego, con texturas sin cargar, colores que no correspondían, e incluso algún parpadeo de la propia televisión. A veces incluso se colaba una siniestra risa que provenía de algún punto del pueblo. Tras varias vueltas, el joven se percató de que no podía escapar de aquel pueblo en el que estaba. Siguió intentado salir de aquella zona y llegó a una localización, donde, si el juego funcionara de manera normal, habría un estanque donde los habitantes del pueblo lavaban sus ropas. Pero cuando alcanzó el agua, algo le aterró, el personaje hacía gestos de ahogamiento. Algo que para lo que ese personaje, no estaba diseñado, ni había visto nunca durante el funcionamiento lógico y normal del juego.

Vio entonces una figura con un rostro familiar. Una figura de Link pero con un rostro abominable, le miraba, rompiendo la cuarta pantalla y mirando a la cara a nuestro protagonista Alex. Siguieron sucediendo muchas cosas durante los siguientes minutos. La estatua que había aparecido le perseguía, la canción seguía sonando y no dejaba de martillar sus oídos, hasta que el juego lo expulsó al menú principal, solo para ver que su propia partida había sido renombrada. Ahora, "BEN" había dejado su lugar a una enigmática frase: YOUR TURN (tu turno en ingles).


Demasiadas cosas fuera de lugar. Cuando Alex volvió a la partida, se colocó la Mascara de Zora, una máscara que permite al personaje bucear sin necesidad de respirar en la superficie. Se sumergió en las aguas de la Gran Bahía, y tras cierto tiempo, el avatar murió entre signos de ahogamiento. Alex comprendió entonces el mensaje que el videojuego trataba de comunicarle:

 Ben, el antiguo propietario del videojuego, había muerto ahogado. Aquella idea era terrible. Imposible de soportar. 

Al día siguiente, Alex, en compañía de un amigo, trató de buscar al anciano que le había regalado ese videojuego, pero cuando se acercó a su garaje, podía leerse un cartel de "Se Vende". Alex, jamás volvió a encontrarse con aquel misterioso hombre.

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