Skinamarink

Querría comenzar esta reseña con una advertencia: esta película no es fácil de ver. Tiene un alto carácter experimental y mucho de su metraje se basa en imágenes fijas y desenfocadas del interior de una casa, los diálogos son escasos y la trama es escurridiza. No digo que esté hecha para altos intelectuales ni nada por el estilo, pero sí que dista mucho de una película de terror al uso y que no es la más adecuada para coger unas cervezas y ver con los amigos.


Me gustaría que vuelvas por un momento a tu infancia. Con 4 años, tu percepción y conocimiento del mundo son pequeños. Has salido a comprar con tu madre en un gran supermercado y te has quedado mirando ése juguete que has visto en la tele y que tanto te gusta. Cuando te das cuenta, tu madre no está en ningún lado y, de repente, la tienda, antes poco menos que una bóveda llena de tesoros maravillosos, se vuelve un entorno extraño y hostil. La ansiedad y el miedo por el repentino abandono inundan tu pequeño cuerpo y parece una eternidad hasta que, segundos después, tu madre te riñe diciéndote que no puede quitarte un ojo de encima.

Para un niño pequeño, el mundo exterior puede ser aterrador y su hogar es el único sitio donde puede estar tranquilo junto a la protección de sus padres. Pero, ¿qué ocurriría si un día te levantas y no sólo tus padres no están sino que han desaparecido todas las puertas y ventanas de la casa? Ésta es la situación en la que se encuentran los dos niños protagonistas de esta extraña película. Su casa, antes un refugio seguro, se convierte en una jaula opresiva donde la confusión y el miedo van creciendo con el paso del tiempo mientras los hermanos intentan aplacar su miedo a base de juegos y ver dibujos animados en la oscuridad. Esta situación podría ser suficiente para que la intranquilidad creza en alguno de nosotros, pero es sólo el principio: el verdadero terror del objetivo de esta reseña nunca ocurre directamente en escena.

En la película de 1997, Funny Games, dirigida por Michael Haneke, hay un momento en el que el hijo de la familia protagonista es llevado fuera de plano y torturado. Esta violencia nunca se enseña en cámara, sólo oímos los gritos desesperados del niño y los ruidos del agresor. A pesar que durante la cinta hay momentos de violencia realista terribles que me hacieron plantearme las decisiones que me llevaron a elegir ver esta película en concreto, es este momento el que se me ha quedado más grabado y, aunque no recuerdo exáctamente todos los detalles, si que ha perdurado lo mal que me hizo sentir y aún hoy me genera escalofríos.

Skinamarink toma éste concepto y lo lleva al campo de un terror paranormal y, en muchas ocasiones, surrealista y psicodélico. La acción nunca ocurre centrada en el plano, muchas veces no vemos siquiera a los personajes y cuando los vemos, siempre aparecen sólo parcialmente o desenfocados. Los planos fijos de esquinas, paredes, dibujos animados en ésa tele de rayos catódicos, etc se convierten en una pantalla donde nuestra imaginación proyecta lo que la suma de imágenes y sonidos casi aleatorios usando todo el poder del lenguaje cinematográfico inyectan en nuestro desprotegido subconsciente, formando lenta pero efectivamente piezas para formar el puzle que conforma una trama que,   cuando terminas de interpretar su terror e inquietud, ya ha infectado su mente.

El argumento, por tanto, queda en segundo plano. El espectador queda más como un voiyeur entre las sombras que como un testigo del terror, siempre acechando detrás de las esquinas y mirando desde escondites. El efecto es más potente de aquel que pueden tener películas de found footage como las archiconocidas "El proyecto de la bruja de Blair" de 1997 y la saga "Paranormal Activity", pues acerca al espectador a la acción. En vez de estar viendo un vídeo encontrado fuera de peligro, Skinamarink nos invita a compartir el espacio opresivo con los niños y, en cierto modo, ser cómplices de los horrores que suceden durante la cinta.

Parte de este ambiente es debido también al terror liminal, esa sensación de vacío que producen los espacios intermedios como pasillos, ascensores, edificios abandonados... Otros ejemplos de este tipo de terror lo podemos ver en juegos como Control (2019), libros como La casa de Hojas de Mark Z. Danielewski (2000) o todo el fenómeno en internet de The Backrooms. La casa vacía, sin puertas ni ventanas, ofrece un desasosiego y una opresión que, junto al diseño de sonido, los planos desenfocados y surrealistas y los escasos diálogos inconexos son capaces de generar una ambientación hostil para el espectador pero que, si se aguanta, es capaz de generar verdaderos escalofríos y terror que, personalmente, hace tiempo que no sentía.

Skinamarink no es una cinta fácil y no es para todo el mundo, pero está claro que es una película valiente y extremadamente original. Utiliza todas sus herramientas a la perfección para hacer estremecer a la audiencia que tenga la suficiente paciencia como para acostumbrarse a su estilo obstuso.

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