El rito circular
Es curioso, no recuerdo cómo he llegado hasta aquí. Estaba leyendo un libro, creo. ¿Ledesma? Su sonoridad resuena en la lejanía de mi cabeza, como cuando intentas recordar un sueño. Me estaba gustando, pero, de repente, me he encontrado aquí.
Aquí... ¿Dónde es exactamente aquí?
Camino sin rumbo por los pasillos de un bloque a medio construir o a medio derruir, no lo tengo del todo claro. ¿Yo vivo aquí? No me acuerdo. Tal vez si viera la puerta de mi casa la reconocería al instante pero no logro recodar en que planta vivo. Vago por esta mole laberíntica de pasillos y puertas sin reconocer mi entorno, intentando que no cunda el pánico.
Entre los grafitis, la basura y los muebles abandonados en los rellanos me fijo en que, ciertas puertas, tienen tres rayas rojas pintadas en ellas, como si alguien hubiera pasado una mano manchada de pintura. Trato inútilmente de buscar un patrón, pero si lo hay no logro verlo. La única cosa en común es que parecen ser las que en mejor estado se encuentran dentro del deterioro generalizado.
Muchas viviendas están en claro estado de abandono. Otras, por su parte, aún tienen paquetes a la puerta pero por la cantidad de polvo acumulado en ellos, no parece que nadie tenga interés en recogerlos. Un olor nauseabundo se filtra a través de la madera de las puertas, como a carne podrida o comida en mal estado.
Me parece oír música. Alguien tarareando o cantando en la lejanía, no reconozco la melodía, pero sí que se trata de la voz de una mujer. Camino deprisa por el pasillo tratando de averiguar de qué piso sale la música pero, extrañamente, parece que se oye igual de distante en todas partes.
-¿Hola? -grito.
Nadie responde y la música sigue sondando. Oír mi propia voz rebotando en aquel pasillo muerto hace que se me erice el vello.
De repente, escucho un ruido detrás de una puerta. Se abre un poco y una mirada curiosa y asustada me observa. Es un niño de unos 13 años, lleva un viejo walkie-talkie en la mano y parece tratar de evaluar en qué bando estoy.
¿Tengo que escoger un bando?
-¿Qué haces aquí?
-No lo sé -respondo-. No recuerdo como he llegado hasta aquí.
El niño no parece sorprendido por mi respuesta.
-¿Eres de aquí?
-No, creo que no. -respondo.
-Entonces, ¿qué haces aquí? -insiste.
No sé qué responder. ¿Qué le puedo decir? Que el último recuerdo que tengo, no, recuerdo no. Que la última sensación que tengo es la de haber estado leyendo un libro. Es de locos.
-No lo sé, creo que estoy perdida. ¿Te suena de algo el nombre de Ledesma? Tengo la sensación de que todo esto tiene algo que ver con él.
El niño parece volver a evaluarme. Probablemente lo mejor es que me vaya antes de que el crío llame a la policía. Retrocedo un par de paso dispuesta a continuar con mi peregrinar cuando la estática de su walkie-talkie se interrumpe para dar paso a una voz aún más infantil.
-Dani, ahí fuera no estáis a salvo.
-¿Qué? ¿Quién ese ese? ¿Qué quiere decir con que no estamos a salvo?
-Si estás perdida, no puedes seguir aquí -continúa, ignorando mis preguntas-. Este no es un lugar seguro.
-¿Por qué no?
-Porque es peligroso. -responde el niño mirando a ambos lados del pasillo, buscando algo entre las sombras.
-¿Es por la mujer que canta esa extraña canción?
La expresión de pánico que veo reflejada en la cara del niño me lo confirma, infectándome a su vez con parte de su miedo.
-Lo siento, no sé por qué he dicho eso -trato de calmarle-. Sólo siento que tengo que marcharme de aquí.
-Entonces, despierta y recuerda no acercarte a la Colmena o el Mörch te devorará.
Mola, simple y llanamente, mola.
ResponderEliminarMuchas gracias, me salió así ^^
EliminarTe quedó muy guapo este minirelato homenaje! Me gusta!
ResponderEliminarPodríamos abrir un nuevo género en el post: críticas inmersivas, jaja
EliminarJajajaja, dejémoslo en la opinión sobre una novela que me ha encantado ^^
EliminarMe quedo con muchas ganas de leerlo, la verdad. Me lo apunto, tiene pintaza.
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