El menú
Antes de nada un aviso. En la degustación de prueba, realizada por nuestra catadora experta, se ha visto que, para poder disfrutar al máximo de esta experiencia deben haber visto la película El menú.
Sin lugar a dudas una gran película para los amantes de la buena comida, 106 deliciosos minutos dedicados a los más delicados manjares del alma humana. Os traigo aquí un homenaje gastro-literario paralelo a la cinta, algo no tan delicado pero, en mi opinión, apropiado.
Entrantes:
Para disfrutar de estos manjares tendremos que viajar en barco hasta el restaurante Hawthorne, en su propia isla privada, hogar y lugar de trabajo del chef y su batallón de guerreros culinarios. Aislados del mundo, rodeados de agua, dedican su asistencia al completo a la excelencia culinaria. Los sabores más auténticos, cultivados, cosechados, recolectados, criados y procesados en la misma isla. Tales manjares están al alcance de muy pocos, de ustedes y de mi, queridos lectores y comensales. Disfruten, antes de asaltar el plato como los animales hambrientos que son y que soy yo mismo, para qué negarlo. Espero que les abra el apetito.
Primer plato:
Procedo a retirar los entrantes, que ya os habéis leído. ¿No os disteis cuenta? El menú ya ha empezado, todo forma parte de la experiencia. Disfruten, ahora, del primer plato.
El menú no trata de comida, ni la película ni lo que se sirve en ella, es una experiencia que da inicio antes aún de llegar a la mesa. Desde la lista de invitados, pasando por el tour de la isla, enseñando las instalaciones de alto nivel dedicadas a la comida y los barracones dedicados a los cocineros, hasta la llegada al restaurante o la posición de las mesas y el orden de los platos, todo está medido y planeado. Entre plato y plato, elaborados a la perfección, Chef expondrá, miga a miga, la auténtica naturaleza de la experiencia. En un giro que, si fuese tentacular y con luces negras sería lovecraftiano, lo que se sirve esa noche son las almas y las vidas de todos los presentes.
¿Qué tal como primer plato? ¿Todo de su agrado? Perfecto, pasemos al plato principal, el quid de la cuestión. Usando un símil culinario, vamos a por el tuétano.
Plato principal:
Ya habrán intuido que aquí hay gato encerrado. El núcleo de este menú selecto para tan escogidos comensales son, un suflé de almas trituradas liofilizadas y una ensalada de vidas malgastadas con copos de espíritus secos por encima. Largos años dedicados a la excelencia culinaria han servido de cámara de secado y maduración para el chef y su equipo. Servicio tras servicio dejando su arte, platos inmaculados hechos con un amor que sólo conoce quien se deja la vida en lo que quiere hacer, entregados a comensales inmerecedores de tal honor. Los años han convertido al equipo del restaurante en una pieza más, ya no humanos, sino herramientas de cocina más allá de toda capacidad de fallo, entregados a un trabajo que ya no les proporciona más que desidia, dolor y una nostalgia atronadora. Cada corte a las cebollas arrastra lágrimas, no por el dichoso S-oxido de tiopropinaldehido, sino por el recuerdo de los días, ya lejanos, en los que no estaban vacíos de toda esperanza o redención, aún eran humanos y ese gesto tan humilde les llenaba de placer, maravilla y orgullo.
El comensal habitual, por supuesto, es incapaz de saborear estos detalles en una comida, por lo demás, técnicamente insuperable. Cada hebra de proteína calentada hasta su punto justo, cada polisacárido haciendo pícaras cosquillas a un ácido poliinsaturado de origen fúngico. Todos los átomos del plato en su posición y vibración exactas para disfrute del gourmet experto. Por desgracia, las mesas no están ocupadas por quien pueda disfrutar tal excelencia.
Postre:
Dijo el sabio: "No está hecha la miel para la boca del asno". ¡Cuánta razón!
Resulta que la boca del asno se llena de ambrosía sobre milhojas de trufa blanca. Este tan inesperado encuentro, para la brosia, ya que el asno ni se entera, ocurre en ese intervalo en blanco entre la foto y los likes en Instagram.
¿Están llenos? No me digan eso, ya llegamos a los postres y con ello acabaremos nuestro menú paralelo al cinematográfico.
En la película este plato está ocupado por algo tan simple que es un chiste. Envueltos los invitados en malvavisco, inundados el suelo y las mesas de galleta, chocolate y combustible, el equipo se da un último homenaje con una vuelta a la infancia. El olor desde lejos hace que el incendio recuerde a una noche de campamento, claro, con ciertos toques de carne quemada, inevitable el bacon y las costillas en una barbacoa.
Si, ya sé que el postre no es tan dulce como cabría esperar. Mis disculpas, por motivos ajenos a la voluntad del chef y del equipo del restaurante Hawthorne no ha sido posible evitar que las almas que hemos utilizado para el menú se agrien por mala conservación, así como los invitados que hemos utilizado, aunque eran los mejores disponibles, no son de la mejor calidad.
Café y/o chupito:
Les comunicamos nuestras disculpas por el cierre permanente del restaurante Hawthorne y deseamos que sus próximas experiencias culinarias sean de su agrado. Como muestra de aprecio hacia usted, querido lector y comensal, le dejamos con un cariñoso consejo. No se pierda usted en las frivolidades de la vida, como hicieron nuestros ingredientes invitados, ni en las obligaciones del trabajo, como lamentablemente le ocurrió a nuestro equipo de cocina.
Para una mejor experiencia gastronómica, disfrute la vida bocado a bocado sin comer del plato del vecino, saboreando cada cucharada sabiendo que ese sabor, ayer ignorado, es una maravilla efímera y preciosa. Nunca permitan que el arte pierda su significado y agote el alma del artista, si no quieren que su postre, como el nuestro, quede amargo sin necesidad.
Tendré que ver la película, ahora me dejas intrigado, jaja
ResponderEliminarMe moló mucho la peli Miguel, jaja. Que buena locura!
Eliminar¡Ñam!
ResponderEliminarQue aproveche!
EliminarVista. Me ha parecido una película entretenida y divertida, con un toque elegantemente mortal.
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