Volumen brutal


Subes al coche y sientes el peso de las horas aplastarte las vértebras. Ya es de noche y de noche fue al salir de casa, pero la jornada ha acabado y al fin eres libre.

Arrancas el motor y sientes ese ronroneo familiar masajearte los huesos. Estiras la mano y enchufas el USB. 

Empieza la música. Pisas el acelerador, rompes las cadenas, eres imparable. Vuelves a estirar la mano y juegas con el dial del volumen

5...7...10.... Oh yeah! Vamos allá!

Suena esa canción, sientes el cosquilleo de las cuerdas y los vientos en el cerebro, el piano juega con tus oídos. 

Tienes que hacerlo, acercas de nuevo los dedos al dial.

...15...16...17... De momento bastará.

Los metros desaparecen por docenas bajo la carrocería y las farolas parpadean a tus lados al dejarlas atrás. La música te transforma en una criatura nueva y feroz, primitiva pero de ciencia ficción. Eres un guerrero de la carretera y cantas tu himno con devoción. 

No es suficiente, vuelves al dial.

20...24...30... Brillante y cromado!

Ya no tienes piel, eres un tímpano descomunal. 

Ya no tienes órganos, tu cuerpo está hecho de cámaras de resonancia.

Tu voz es trueno y estruendo.

Tu espíritu se eleva hasta el cielo y juega con los astros, se hunde en el asfalto, a través de los neumáticos, y proyecta el chasis hacia el futuro con más fuerza de la que nunca tendría el motor por si mismo. No tienes caballos de potencia, eres una estampida.

Las cuerdas de acero brillan y gruñen a partes iguales en una tormenta de truenos y luz. 

Las armonías se funden unas con otras a volumen brutal, creando una amalgama disonante y gloriosa que solo tú entiendes. Las notas se solapan creando una cacofonía caótica. Todo es uno. Tú eres uno con el todo. 

La sinfonía del caos acomete contra tus emociones. El miedo se esconde, la alegría se exalta, la tristeza se seca y marchita sin nada que la alimente y el amor, que decir del amor. La música brama con más fuerza que las trompetas del apocalipsis.

Ya no tienes huesos, son sonido sólido. Ya no tienes sangre, es gasolina, éter y fuego. Ya no tienes mente, es una cacofonía caótica y genial. Sólo quedan tus ojos y tus manos guíando el volante hacia la siguiente curva. 

Y se acaba. Como empezó termina. Las armonías se ralentizan y los acordes se pausan.

Bajas el volumen antes de que salte a la siguiente canción y ves tu destino delante.

El dial vuelve al 5, allí donde estaba antes de este viaje alucinante. 

Mañana será otra canción. Otro viaje breve y genial a la locura.

Comentarios

  1. Ya te veo con "Fausto Papetti" a todo volumen!

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    1. Me gusto mucho Miguel, lo de Fausto Papetti es una norma interna, son las cintas de un saxofonista que llevaba mi padre en el coche y escuchábamos en bucle, esas y Neil Diamond... Que tiempos

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