El buen patrón

 


El buen patrón es una película llena de grises, lo que le da realismo y verosimilitud al relato que narra. Grises combinados con unos diálogos de un realismo tal que te encontrarás allí sentado y un escalofrío de familiaridad recorrerá tu espalda. Verás a Blanco (Javier Bardem), propietario de la empresa familiar Básculas Blanco, repitiendo las mismas frases que quién más quién menos ha oído alguna que otra vez de boca de sus propios jefes. Lo reconocerás, reconocerás el discurso, la cadencia de las palabras y no podrás evitar sonreír.

La premisa de la película no es en principio demasiado complicada y parte de su belleza también radica en eso, en el enredo de las cosas cotidianas, en cómo pueden derivar situaciones sin necesidad de meter complejos giros argumentales difíciles de creer. La vida tiende a complicarse de manera natural sin que intervenga algún director de cine cabrón y anónimo, especialmente sádico, que nos quiera ver sufrir.

Como iba diciendo, la premisa es sencilla: Blanco se enfrenta a unos momentos de gran importancia para su empresa. En los próximos días se sabrá qué compañía es la ganadora de un prestigioso premio al que Básculas Blanco ha sido nominada como una de las cuatro finalistas.

Como podéis comprobar no parece un gran argumento sobre el que sustentar toda una película pero las cosas nunca son tan sencillas como parecen.

Blanco es un buen jefe. O, al menos, intenta ser un buen jefe. O, al menos, no es un mal jefe. Se preocupa por sus empleados porque entiende que su bienestar beneficia a la empresa. Pero el equilibrio entre ser un buen jefe y lo que es beneficioso para empresa es inestable y requiere un pulso de cirujano. Es un complicado juego en el que se necesita un surtido conjunto de habilidades, a veces contrapuestas, para poder ganar como: empatía/mente fría, amigos/negocios, beneficios/ empleados, familia/vicios, etc.



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