Nacimiento, evolución y muerte de deidades y creencias en el Antiguo Egipto

Al igual que sucede con la paleontología, la arqueología desentierra los secretos ocultos en la tierra por capas y capas de sedimentos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos hechos por el hombre por descubrir y conservar la cultura de nuestros antepasados, apenas tenemos conocimiento de un pequeño porcentaje de nuestra historia.

La Ciudad Perdida de Nabazka es el descubrimiento arqueológico más importante que se ha producido en el último siglo, desde que Howar Carter halló en 1922 la tumba de Tutankamón (Carter, 1922). La pirámide de Nabazka, situada en el centro de la Ciudad Perdida de Nabazka se encuentra a unos 500 km de distancia del núcleo poblado más cercano y a unos 300 km de la Ciudad Muerta de Uhtakaras (Herrera, 2014). No es de extrañar, por tanto, que haya permanecido tantos años oculta bajo toneladas de arena y apartada de ojos curiosos.

Es el propósito de este artículo dejar constancia por escrito de los extraños descubrimientos realizados en la primera campaña histórico-arqueológica llevada a cabo este verano en dicho cuadrante. Se espera continuar con las investigaciones el próximo octubre de 2021. El objeto de estudio de esta primera campaña se centró en el análisis de la cámara central de la pirámide de Nabazka. En ella se realizaron distintos estudios criptográficos, pictográficos, así como de datación de un total de siete grabados presentes en las paredes de la sala divididos en dos series claramente diferenciadas.  A continuación, se pasa a describir pormenorizadamente cada una de estas ilustraciones.

La primera imagen que se encontró en la cámara central y, sin lugar a dudas la más antigua, tanto por el estilo artístico de los dibujos, como por las técnicas empleadas, confirmado posteriormente mediante la prueba carbono 14, muestran a un grupo de hombres dispuestos en círculo alrededor de la figura de lo que parece un hombre de grandes proporciones. Se cree que dicho hombre pudiera representar la imagen de un dios, seguramente Ra aunque aún no se ha confirmado con absoluta seguridad. Las dudas de si se trata o no del Dios Ra se deben a que nunca se había encontrado a dicho dios representado tal y como se encontró en Nabazka, esto es como un halcón humanoide cuya parte inferior corresponde con la de un carnero coronado con un disco solar sobre el que se yergue una serpiente.

La siguiente imagen de la primera serie muestra al mismo grupo de hombres llevando distintas ofrendas a Dios con el fin de alcanzar sabiduría y conocimiento eterno. La mayoría de estas ofrendas son distintos tipos de verduras y frutas típicas de esta zona geográfica. 

En la tercera y última imagen de esta serie, las ofrendas vegetales han sido sustituidos por animales de pequeño tamaño como gallinas y cabras. 

Una variación en la policromía indica a simple vista que las imágenes que siguen a continuación son más modernas. En ellas parece que esta serie ritual de ofrendas a Ra ha continuado con variaciones más radicales. 

La primera imagen de esta segunda serie parece mostrar un sacrificio humano a Dios. Es imposible saber si la persona se presenta voluntaria para la ofrenda o, por el contrario, es escogida de algún modo por el pueblo egipcio. La ofrenda-humana se dispone en un pequeño altar frente a Dios, completamente desnudo mientras le mutilan parte de su órgano reproductor masculino. La parte mutilada es arrojada al fuego en señal de respeto y oran para que les sea otorgada la sabiduría eterna que trasciende el tiempo y el espacio, al alcance sólo de los dioses y de aquellos tocados por estos. 

En la siguiente imagen todos los hombres que rodean la imagen del dios portan cuchillos en sus manos derechas, mientras que con la izquierda sostienen sus penes. Los hombres se auto-mutilan seccionando parte de su miembro y arrojándolo al fuego, tras lo cual les invade una especie de éxtasis divino. 

Las últimas dos imágenes son, sin lugar a dudas, las más perturbadoras. Tras la auto-mutilación grupal y la ofrenda al fuego, los hombres muestran una actitud de sumisión total, realizando actos de sodomía en los que la figura activa está representada por un hombre-halcón con su parte inferior de carnero. 

La última imagen muestra a un grupo de hombres entregados a un frenesí de sangre y sexo. Aunque el origen de la sangre sigue siendo la mutilación de parte de sus propios genitales que arrojan a las llamas, es imposible no percatarse de que ya no aparece imagen alguna de Ra en este grabado.

Es por todos conocido la práctica de la circuncisión entre el pueblo judío como parte de sus rituales religiosos, siendo este un acuerdo tácito de exclusividad y pertenencia entre Yahveh y sus fieles. A la luz de los nuevos descubrimientos, no es descabellado pensar que el origen de esta práctica tenga un origen más antiguo del que se le atribuye. Sin embargo, no se han encontrado otras evidencias que apoyen esta teoría, así como grabados similares en otras pirámides o registro escrito alguno. 

Se debe tener en cuenta, no obstante, que la pirámide de Nabazka se encontraba sepultada bajo toneladas de arena hasta el presente año y que no hay ningún otro rastro de civilización antigua en cientos de km a la redonda. Puede que estas prácticas bárbaras y eróticas al tiempo murieran con la desaparición del pueblo que allí habitaba, surgiendo de nuevo años más tarde bajo la apariencia de un nuevo dios. 

De ser cierta esta premisa nos encontraríamos próximos a alcanzar los estadios finales de la religión judía tal y como la conocemos hoy en día. Se espera que estudios posteriores arrojen nuevas pruebas que confirmen o desmientan esta hipótesis con el fin de evitar la decadencia y desaparición de una de las culturas más antiguas existentes en nuestro planeta.

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