Cuestión de fé



Lo recuerdo como si estuviese pasando ahora mismo, en realidad podría decirse que… no entremos en detalles técnicos y digamos que ocurrió ayer. Volví a la mesa de diseño, al lienzo en blanco. Repetí la misma receta, otra vez, mucho espacio vacío, algo de luz aquí y allá, un poco de polvo de estrellas y... ¿Cómo ponerlo en marcha?

Siempre había querido hacerlo, pero claro, me habrían considerado infantil. Los otros siempre rayos y truenos, grandes palabras, peones de barro con herramientas inimaginables…y yo me había limitado a imitarles, hasta ahora. Esta era la mía y que pensasen lo que quisieran.

Posé mi viejo trompo de madera sobre el centro del tapiz, lo cogí con el índice y el pulgar y…

¡A girar!

La luz devoró la mayor parte del polvo y las estrellas resultantes empezaron a bailar con mi querido trompo. Vueltas y vueltas y vueltas y yo simplemente me senté a observar como evolucionaba la Creación. 


Tarde o temprano algo acaba llamando la atención del observador curioso, en este caso fue el pequeño, Luís. En principio, solo un niño más, aunque un niño con mucha suerte.

A Luís nunca le había ladrado con mala intención ningún perro y siempre había encontrado una moneda perdida cuando en verano hacía mucho calor y realmente quería un helado.

Luís no sabia nada de esto, para el era normal, solo creía en la suerte por una cosa, esa niña de ojos verdes y unas trenzas largas largas largas, muy largas, y una sonrisa… qué sonrisa. Eli, la hija de los vecinos, con la que siempre se cruzaba al salir de casa y que siempre le sonreía como si no fuese 3 años menor que ella, un simple mocoso, sino… otra cosa.

Luis era sin duda alguna, un niño feliz. ¿Su secreto? Disfrutaba de las pequeñas cosas cosas. 

Por ejemplo, siempre que se tropezaba con unos metros cuadrados de suelo duro y liso encontraba unos minutos para, sin pensar en nada más, lanzar con gracia su peonza y verla bailar. 

Y así es que procuré que Luis viviese en un pueblo tranquilo, siempre cerca de Eli y siempre rodeado parques. Daba gusto verle jugar.




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