Mil y una aventuras

 ¿Alguna vez has soñado con ser un intrépido aventurero en busca de antiguos artefactos perdidos? 

¿Has imaginado vivir mil aventuras en un mundo de fantasía medieval? 

¿Siempre quisiste participar en una investigación a nivel mundial para resolver extraños casos relacionados con entes cósmicos que aterran el planeta? 

¿Pilotar una nave?

¿Participar en un aquelarre en plena edad media española?

Pues sí amigo, puedes hacerlo. Siempre has podido, de hecho. Sólo necesitas imaginación. ¡Ah! Y lápiz y papel...


El desconocimiento es un estigma que siempre ha acompañado a los juegos de rol, convirtiéndolos en algo oscuro y desconocido para muchas personas, y relacionándolos con lo esotérico o incluso lo satánico. Todavía recuerdo la primera vez que le dije a mi madre "voy a jugar a rol con unos amigos", y sus palabras fueron -¡Ay hijo! No hagáis esas cosas.

No la culpo. Por aquel entonces, decir que eras jugador de rol era poco menos decir que te dedicabas a salir a la calle con katanas o a hacer extraños rituales con sangre de vírgenes. Pero lo que ella no sabía es que nuestras armas eran los dados, nuestros escudos la imaginación, y lo único que matábamos en esas partidas era el aburrimiento.

-Te encuentras frente a una verja, cerrada con un candado. Hace mucho frío, es de noche, y sigue lloviendo. Detrás de la verja, ves el camino que lleva a la mansión. ¿Qué haces? Dijo el director en mi primera partida. Recuerdo que fue Resident Evil, sistema d100. 

Las posibilidades eran infinitas ¿Qué hago?. Por fin yo podía elegir que hacer, cómo comportarme, cómo resolver cada situación. Era algo que los libros no me permitían, ni los tebeos, ni tampoco los videojuegos. Había descubierto una de mis aficiones, que por desgracia no la pude exprimir tanto como me habría gustado durante la adolescencia.

Con el paso del tiempo, mi afición fue creciendo, mi biblioteca aumentando con grandes juegos como D&D, La Marca del Este, Ablaneda, Aquelarre (mi favorito), e incluso tuve la suerte de llegar a conocer a grandes figuras del rol patrio, como Ricard Ibañez o Manuel J. Sueiro. Pero, por desgracia, lo poco que jugaba ya era inversamente proporcional a cómo crecía mi ludoteca.

Pasé varios años sin jugar; ya sabéis: estudios, trabajo... Pero hace poco tiempo todo volvió a ser como hace unos años. No diré que la culpa la tuvo el coronavirus, pero en parte fue así. Me apetecía volver a viajar, volver a atarme las botas, pero sin salir de casa. Por eso decidí preparar un viaje. Un viaje que nos llevaría al norte de la España medieval, en pleno invierno y a través de escarpadas montañas.

Así que, cogí mis dados, mis lápices del Ikea, y me parapeté detrás de una pantalla, en busca de aventureros que tuvieran como destino el mismo que yo: vivir mil y una aventuras.

¿Que no sabéis lo que ocurrió? Pues recorrimos nevados acantilados, tuvimos visiones en una vieja almenara abandonada, y una extraña anciana nos encomendó una ardua misión. ¡Ah! Y no contaré lo que aconteció en la cueva del ojáncano...




Comentarios

  1. Cierta costurera Asturleones murió a manos de un terrible oso porque una bailarina sefardí pisó una rama... Pero no temáis, los enemigos yaceran atravesados por un millar de flechas a manos de Antonio de Ferrería.

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    1. Suerte tuvo, de no haberse encontrado en Sobrefoz con la carreta de la dama que saciaba su sed con la sangre de buenaventurados campesinos...

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  2. Esa joven siempre tendrá un lugar en nuestras oraciones.

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