La casa del árbol

 

Hace algún tiempo alguien te preguntó si echabas de menos la vida universitaria. Han pasado algunos años desde esa pregunta y alguno más desde que acabaste tus estudios universitarios. Muchas cosas han pasado desde entonces y no demasiadas buenas. Hoy vuelve a tu memoria esa pregunta y, pese a todo, la respuesta sigue siendo no. 

Sin duda hubo momentos buenos en la universidad, tuvo que haberlos, pero es un gran defecto de tu persona recordar con mayor precisión y sin ningún tipo de esfuerzo las cosas malas. Has aprendido a tamizar la vida para intentar sacar "el lado bueno de las cosas". Esa iniciativa te ha dado un pequeño grupo de elegidos con nombres y apellidos, nunca demasiados, pero siempre más que suficiente. Nunca has tenido queja a ese respecto, el secreto está en no esperar nada nunca y puede que, así, un día llegues a sorprenderte.

Y sin embargo... Sin embargo, sí hay algo que echas de menos y es la casita del árbol. Ese sitio elevado, pequeño y seguro en el que el concepto del tiempo dejaba de tener sentido. Allí pasaste incontables horas, es imposible saber cuántas, pero no consigues recordar ni una mala. Esta casita del árbol estaba a medio camino entre la esclava facultad y la libertad. Era un refugio en el que podías pasar horas haciendo absolutamente nada, escuchando a Serj Tankian, Dark Moor, Van Canto o Nightwish, hablando de cosas sin importancia y alguna con ella, viendo peliculas y series que recorrían todo un dudo espectro desde Juego de Tronos a La cabaña en el bosque.

Sonríes al recordarlo. Nadie como él para entender el significado de la frase "mierda de la buena".

Esos años han pasado.

Esos años no van a volver.

Esos momentos son los únicos que echas de menos de esos años.

Aún hoy te sorprendes mirando al ático cada vez que pasas cerca del auditorio.

¿Estará en casa?

No te puedes imaginar a nadie más viviendo allí. Esa casa es suya a perpetuidad.

Sabes de sobra que marchó a Cantabria, no es que te hayas vuelto loca. Simplemente prefieres ignorar ese pequeño detalle y seguir imaginando que ahí arriba hay alguien escuchando heavy metal mientras prepara café especiado esperando a que piques al timbre.

Brrr, brrr.

Coges el móvil y tres palabras aparecen en la pantalla.

-¿Qué tal Morena?

Él no lo sabe, pero siempre tuvo una especie de don para estas cosas.

-¡Hola Rubio! Justo estaba pensando en ti.

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