Succession
You can´t make a Tomelette without breaking some Greggs
Tom Wambsgans
Con la cantidad de plataformas
que tenemos ahora mismo estrenando series a un ritmo salvaje, es lógico que
algunas de ellas, a pesar de atesorar una calidad indiscutible, pasen más
desapercibidas de lo que merecen. Una de estas pequeñas sorpresas son sin duda
las dos primeras temporadas de Succession
(HBO), que no empezó a alcanzar notoriedad hasta que su segunda temporada
triunfó en los Emmy y, sobre todo, en los Globos de Oro, donde se alzó con el
premio a mejor serie dramática.
¿Mejor serie dramática? ¿Otra
serie de sufrir? ¿No sufrimos ya bastante encerrados en casa -los que tienen
más suerte- mientras un virus se pasea por el mundo exterior? ¿En serio,
Jorge? Pues veamos, sí y no. Lo primero que hay que tener en cuenta es que
detrás de la serie están Adam Mckay (La gran apuesta, la tenéis en Netflix) y
sobre todo Jesse Armstrong, creador de The
Thick of It, una aclamada comedia británica sobre un ministro bastante gris
y más bien estúpido. Es decir, los creadores de Succession vienen empapados de la mejor tradición de la comedia
negra política británica (House of Cards,
Yes Minister…) y ese carácter está
muy presente en toda la serie.
Un resumen rápido. Cuando el
poderoso y multimillonario presidente de una influyente compañía de medios de
comunicación sufre un ictus, sus hijos comienzan a conspirar y pelear para
hacerse con el control de la empresa y cambiar el rumbo que ésta llevaba. Ya
está. Visto así parece un drama familiar bastante clásico, y lo es, con sus
típicas alianzas y traiciones y comidas familiares que acaban muy mal. Sin
embargo, como decíamos, el toque de comedia absurda y negrísima lo impregna
todo y es lo que eleva a la serie a otro nivel. De hecho, su principal virtud
es lo bien equilibrados e integrados que están el tono dramático y el cómico,
algo realmente difícil de conseguir. Además, la serie se atreve a ser juguetona
y colocar a los personajes en una serie de escenarios muy variados (la velada
de caza en un palacio europeo, la fiesta exclusiva para ricos donde todo está
permitido, el capítulo del “atentado terrorista” en el rascacielos de la
compañía, el rancho en medio del desierto…) donde ocurren situaciones realmente
surrealistas pero que, gracias a unos guiones muy bien medidos, nunca resultan demasiado
forzadas.
El otro punto fuerte de la serie
es el nivel interpretativo de todos los actores. Brian Cox está estupendo como
el gruñón y severo líder Logan Roy, pero no lo están menos todos los actores
que dan vida a los tarados de sus hijos (atentos a los nombres): Connor,
Kendall, Shioban y Romulus Roy y demás familia y trabajadores de la empresa,
sobre todo los panolis de Tom, el yerno, y el primo Greg. Todos ellos tienen
momentos alucinantes, muy divertidos y con diálogos realmente sorprendentes e
incorrectos, sobre todo en boca del indescriptible hijo pequeño.
Por ponerle algún pero, desde un
punto de vista totalmente personal, la primera temporada me resultó algo más
interesante que la segunda porque se centraba más en los conflictos familiares
que en los empresariales, pero sigue mantenido un gran nivel. Eso sí, tendremos
que esperar hasta septiembre para la tercera temporada. En definitiva, una
serie con grandes guiones, buenas interpretaciones, buena música y
ambientación, con la mezcla perfecta de historia y comedia, ¿veis ya porqué es
un gran plan para la cuarentena?
Gran serie, sí señor! Muy buena recomendación. Lo mejor de todo son las situaciones medio absurdas de rico podrido de dinero al que le importa un pepino el prójimo., muchas de ellas propiciadas por el hermano pequeño, el yerno Tom o el primo Greg.
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