Kiki, el amor se hace



Hoy toca cine español pero esta vez no se trata de una película de terror que tan bien se nos da en España, no. Hoy toca humor erótico-festivo perfecta para un domingo por la tarde o cualquier otro día que necesites reírte.

En Kiki vemos cinco curiosas y divertidas historias de distintas parejas en las que se exploran varias filias sexuales, algunas más raras que otras pero, en general, todas muy raras (sin ánimo de ofender a nadie y respetando siempre todo tipo de gustos de los presentes, jajaja). La dacriflia, elifilia, somnofilia o la harpaxofilia son algunas de las particulares formas de obtener placer que descubrimos en esta película a través de sus protagonistas, algunos de los cuales lo saben prácticamente desde su despertar sexual y otros lo descubren en momentos determinados de sus vidas. El problema aparece cuando esa filia es un secreto que no te atreves a confesar a tu pareja y que te gustaría integrar de manera permanente en tu vida. Sentimientos ambiguos, miedos, vergüenzas, amor se mezclan con diálogos y situaciones hilarantes que te provocaran más de una carcajada.


Y ahora os voy a contar la escena que más gracia me hizo a mi de toda la película, así que si no lo queréis leer todavía estáis a tiempo de dejar este párrafo ahora mismo. 3...  2... 1... Si habéis seguido leyendo es que tenéis interés en que os diga cuál es esa escena que me pareció especialmente buena en la película pero si os lo cuento es para que me contéis vosotros cuál es la vuestra.



Hacia el final de la película hay una escena buenísima de nuestra protagonista con elifilia con un cliente. Ella trabaja como traductora para sordos en una especie de compañía telefónica en la que los sordos la llaman por videoconferencia, ella llama a ese número en su nombre y traduce la conversación. Bien, hasta ahí bien. Ahora bien, el cliente en cuestión le pide que llame a una línea erótica y le traduzca la conversación. La conversación en lenguaje de signos...no tiene desperdicio, jajaja.



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