El viaje. VII
DOMINGO
Los compañeros de viaje cambian de nuevo, y mientras los
hermanos españoles cuidan de Josuah, el padre Samuel acompaña a las hermanas de
color. A lo largo de la mañana, para sorpresa de las hermanas, Samuel recupera
la voz. Con las riendas de la yunta en las manos recita salmo tras salmo, verso
tras verso, cada vez más alto. Al final prácticamente grita las alabanzas al
Rey de reyes.
Cerca del mediodía llama a Beth al pescante, y cuando ella
cree que va a pasarle las riendas la empuja fuera del asiento. Ante la
sorpresa de Raúl, un delgado cuerpo de color sale de debajo de las ruedas del
vehículo al que sigue. Samuel detiene la carreta y se enfrenta a la horrorizada
Hienieya, que observa como el otro carro hace lo imposible, casi volcando, para
no agredir más aun el cuerpo de su hermana.
-Padre,
yo tu siervo soy tu mano. – dice Samuel, acercándose a la aterrada joven –
-YO
SOY TU VOLUNTAD, SOY LA CONDENA Y EL PATÍBULO. – Clamaba mientras alzaba las
manos, juntos los puños cerrados, sobre la cabeza –
-YO
SEGARÉ LA VIDA DE LA ENCARNACIÓN DE LA OSCURIDAD ANTES DE QUE ABRA LAS PUERTAS
DEL INFIERNO
En ese momento Raúl ve un brillo en manos del sacerdote, como
si empuñase algo de metal. Toma una de las armas empleadas en la cacería el día previo y dispara. El sacerdote cae, gimiendo y boqueando por el dolor,
mientras Hienieya termina por entrar completamente en un pánico silencioso. Cuando el cuerpo del sacerdote
cae de bruces al suelo y Hienieya ve el brillo del metal de un cuchillo al caer de
sus manos, el alarido surge finalmente.
En un segundo se hace el silencio de nuevo, Hienieya se desvanece, el
sacerdote tose sangre en un último aliento de vida y Laura sale, sobresaltada,
mientras Raúl detiene completamente el vehículo. Los siguientes minutos son
confusos. Laura baja de su carreta y tira al sacerdote al suelo. Raúl intenta
reanimar a Hienieya. Josuah pregunta insistentemente por lo que ocurre, la
razón de los gritos, y Laura acude a explicarle la situación. El corazón del
negro no soporta el impacto y cae muerto. La mestiza se mantiene inconsciente y
dice en sueños:
-El
quería matar a la que abrirá las puertas, pero el poder entre dos mundos vive.
El guardián cumplió con su cometido.
Se cavan dos tumbas y por sugerencia de Laura se deja el
cadáver del párroco a merced de los carroñeros, ante lo que Raúl no tiene
ningún inconveniente. Hienieya pasa el resto del día llorando. Mientras, Laura
intenta consolarla y Raúl lleva las riendas del que ahora es el único vehículo.
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