El viaje. IV

JUEVES

Amanece en la llanura, y el viaje hacia el Sol naciente se reinicia. Las nueve almas reciben su ración matutina de devoción por parte de Samuel. El joven español y su hermana toman las riendas del carro de avituallamiento, como siempre los cuatro negros ocupan su propio vehículo, y las dos viudas toman las riendas del carro en que se sube el hombre santo.

Pasan las horas con la misma monotonía del día anterior, y los recuerdos vuelven a fluir en las mentes, hasta que la catástrofe se encuentra con las ruedas del carro que dirige Beth.

La rueda encalla entre dos piedras, los bueyes tiran, y la madera cede. Las herramientas y materiales disponibles poco pueden hacer ante tal avería. Los viajeros se redistribuyen para poder volver a la ruta, pero la mujer monta en cólera.

-¿No es suficiente con que tenga que viajar en compañía de pecadores? No compartiré el vehículo con esas bestias.
-¿Cuál es el problema Beth, hija mía?
-No soy su hija. Y usted no es mi sacerdote si creé que estas bestias son hijas de Adán y Eva.
-¿Pero que dices hija mia? ¿Acaso dudas de que predico la verdad y la fé?
-No solamente carezco de duda alguna, Samuel. Estoy totalmente segura de que no ostentas el ministerio del Buen Señor.
Beth escupe al pescante, a los pies del sacerdote, y su mirada comienza a recorrer el grupo de carretas y a sus ocupantes.
-¡Blasfemos! ¡Putas! ¡Rameras! ¡Animales! ¡Escoria!
-¡Silencio! - ordena Samuel – Obedecerás las normas del civismo mínimo hacia tus hermanos aquí presentes, y te disculparas ante ellos.
-¡Nunca!
-Entonces deberás quedarte en tierra, junto a esta rueda, rota como tu alma, y harás penitencia por tus actos contra tus semejantes.
-Padre Samuel – interviene Martha –. Si me lo permite me quedaré junto a ella, y si el Señor, en su bondad, quiere asistirnos, conseguiremos reparar la rueda o hallar otro modo de continuar el camino.
-Que el Señor te bendiga hija, y que la luz que irradias al prestarle auxilio ayude a este cordero perdido a volver al redil del Buen Pastor.

Dejando atrás los gritos e insultos de Martha, y a Beth que la acompaña, la caravana reemprende la marcha. Con dos menos, el camino sigue.


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