Esa persona que no eres tú

Es curioso cómo cambia la gente. A veces consciente otras inconscientemente. Cambios grandes, cambios pequeños. Nada permanece, siempre se está en constante movimiento hacia ninguna parte (o hacia alguna parte según tu corriente filosófica).

Pero este último gran cambio ha podido contigo. Tal vez eras demasiado mayor para amoldarlo a tu forma de ser. Los años dotan a la gente de cierta rigidez de carácter que dificulta llevar los cambios de la vida con elegancia, flexibilidad y estilo.

¿Qué te ha pasado? ¿En qué momento perdiste tu esencia para dar paso a... esto? No lo sabes. Hay varias teorías al respecto, pero, en síntesis, te diste cuenta de obviedades demasiado tarde, tú jugabas en otra liga, ahora te das cuenta de que en la junior. El resto han pasado por este trance, igual que tú, pero eran más jóvenes, lo supieron interiorizar de ese modo que sólo los niños saben, a esas edades la elasticidad no es sólo corporal. Recibieron el duro golpe de la realidad, se deformaron durante un tiempo y volvieron a su forma cuasi original. Un poco más viejos, un poco más sabios, aún sin saberlo.

No fue tu caso. Tú te rompiste bajo esa verdad aplastante escondida a gritos por todo el mundo. Bien harías en volverte atrás, olvidar ese secreto y ser el de siempre pero ya estás tardando y cada día que pasa estás un paso más lejos de acordarte de cómo eras.

¿No echas de menos los viejos tiempos? Supongo que sí. ¿Te has planteado volver a ser el que eras? Puede que sí, pero algo te lo impide: el miedo. El miedo a volver a caer, a volver a equivocarte. Duele, ¿verdad? Es un miedo que paraliza, que te clava al suelo con una fuerza más grande que la propia gravedad. No puedes volver hacia atrás, ser el que eras, pero tampoco sabes ir hacia delante y crear una nueva y mejorada versión de ti mismo, al contrario, este nuevo tú es una triste sombra de ti mismo, un espantajo.

Y el tiempo pasa y nada pasa, como dice la canción.

Un poco más solo.

Un poco más raro.

Un poco más esa persona que no eres tú.