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No creo que esta sea una película capaz de emocionar a todo el mundo. Más bien diría que tan sólo aquellos que saben realmente lo que significa la palabra soledad es capaz de sentir la historia de Theodore como la suya propia. Y es que para mi la empatía en una película es imprescindible para que llegue a transmitirte algo digno de recordar. La gente que conozco a la que le ha gustado esta película la ha dejado tocada un tiempo, por lo que recomiendo no verla en días especialmente tristes a no ser que necesites desahogar "lacrimalmente". Por dar algún tipo de número al que agarrarse diré que, si no recuerdo mal, yo estuve una semana plof después de verla, pero también hay que tener en cuenta la naturaleza de mi carácter así que eso no te desanime a verla.

Dicho todo esto diré que es una película que no sólo me gustó sino que me encantó. Me sentí tremendamente identificada con la historia y no me costó lo más mínimo ponerme en la piel de los dos personajes principales. Es una historia triste, cierto, pero deja un regusto amargo que me encanta, llamadme masoquista...

La trama a priori es sencilla. En un futuro próximo, Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre que trabaja escribiendo cartas para todo tipo de ocasiones en las que vierte su alma, decide instalar una nueva IA que le facilite la organización de sus tareas pero, admitámoslo, también porque le pica la curiosidad. Esta IA, todavía en un formato experimental digamos, se supone que va aprendiendo contigo y se amolda a tu forma de ser, de manera que trabajar o realizar tus tareas no se convierta en algo tan tedioso gracias a ella.

La cuestión entonces es: ¿Qué pasaría si tuvieras a una persona que te conoce mejor que nadie y que evoluciona en función a tus propios gustos?

Sin lugar a dudas es una película que ha logrado emocionarme y hacerme vibrar, está muy arriba en mi lista personal, ya sin entrar en el detalle de si ganó el Oscar a mejor guión.