The Terrifier

La primera vez que oí hablar de la saga Terrifier fue por lo viral que se hizo su segunda entrega tras las alabanzas que recibió en Twitter de el maestro Stephen King en 2022. La película entonces estalló con una inmensa popularidad provocando que mucha gente asegurara haber tenido que salir de la sala o vomitar ante el festín de gore gratuito que ofrece la cinta y esa impresión me hizo un poco reticente a la hora de enfrentarme a las fechorías del payaso Art.

No me malentendáis, el gore en sí no me disgusta, pero lo disfruto como herramienta para provocar una emoción y no como un fin en sí mismo. Por poner un par de ejemplos rápido, de la saga de Saw disfrutaba más del reto psicológico que suponían las pruebas para las víctimas que el propio efecto del dolor de las mismas. Sin embargo de Destino Final disfrutaba de ver las muertes enrevesadas y con las que iban cayendo los personajes, pues era un medio para relacionar su muerte con el accidente inicial.

De lo que no hablaba la gente de entonces era de lo desternillante y carismático que era Art, de la trama tan absurda pero coherente dentro del mundo de pesadilla donde se relacionan o de la gran influencia que la saga Evil Dead en particular y el splashtic de Sam Raimi.

Pero el gore de Terrifier no es más que uno de los ingredientes de este cóctel explosivo, una simple herramienta con la que el carismático payaso Art culmina su función. Y es que este tipo vestido de payaso triste mudo que carga con una bolsa llena de sus juguetes es el auténtico protagonista de la trama y sus víctimas terminan convirtiéndose en una parte más del atrezo de su actuación.

Art es un artista (valga la redundancia) que se debe a su obra, pero es bastante incomprendido. El mundo es su escenario, aunque cuando entra a escena nadie le aplaude ni se ríe. Pero Art es un profesional y lleva a cabo su función ante el difícil público quien una vez se ve participando en la obra se vuelven más colaborativos. Art siempre termina manchando su traje blanco, pero son gajes del oficio y, al final, él mismo no es capaz de contener una carcajada muda ante su nuevo y ocurrente chiste.

La presencia de Art, sobre todo con el estilo de película de serie B que quiere proyectar la saga, resulta bastante poco amenazante. Un payaso no es algo nuevo, un asesino de slasher más. Sin embargo, a diferencia de otras grandes figuras como los silenciosos Michael Mayers y Jason o el desquiciadamente maligno Freddy Krueger, Art sólo quiere hacer reír a la gente, aunque quizás no utilice los métodos más saludables. Al fin y al cabo, se le puede ver genuinamente triste cuando la gente no participa en su actuación y eufórico cuando es capaz de llevar su actuación a término. De alguna forma, se vuelve un villano empatizable e inhumano al mismo tiempo.

Pero ahí no acaba la cosa. Art nunca empieza su actuación con aplausos. Aquellos que no lo conocen lo toman por un simple desequilibrado con un disfraz, o quizás sea un artista callejero que ha tocado fondo. Sin embargo, aquellos que lo conocen, si es que han logrado sobrevivir a su locura, no pueden evitar sentir el más profundo terror.

Y es esta misma filosofía la que toma la propia saga, la cual se presenta a si misma como una película de bajo presupuesto, que lo es (35000$,  250.000$ y 2000000$ su primera, segunda y tercera entrega respectivamente), pero luego es capaz de sorprender con escenas donde la comedia y el terror corporal bailan al ritmo de música de circo, sorprendiendo primero con la gran actuación de David Howard Thornton, quien encarna a la perfección a Art, y luego con unos impresionantes efectos prácticos al servicio de una violencia tan original como cruel.

Aunque la primera entrega ya es capaz de sorprender, es en su segunda parte donde Art alcanza su máximo esplendor. El aumento de presupuesto se nota con un mayor elenco de personajes más profundos, un guión totalmente pulp y una violencia más imaginativas, sorprendente y cruel. Art abraza lo sobrenatural y se convierte en la perfecta encarnación de un infierno circense donde el público forma parte de la broma.

Por si fuera poco, su tercera entrega sorprende con su temática navideña y, aunque en mi humilde opinión no supera a Terrifier 2, el hecho de no tomarse demasiado en serio y no abandonar la broma, le viene que ni al pego al espíritu de la saga.

Es cierto que hay que tener estómago para ver estas películas, pero os animo a ir más allá de las vísceras y los gritos de dolor para poder apreciar la desternillante función de este ya clásico nuevo villano capaz de provocar tantas carcajadas como muecas de auténtico terror.

Comentarios

  1. Yo admito que sólo me vi la primer película después de que me la recomendaran varias personas de mi entorno, y no se si fue que me pilló a mi en un momento en el que no estaba de humor o qué, pero alguna escena en concreto me resulto excesiva, así que decidí postponer un poco el visionado de las siguientes, pero lo haré.

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